La medicación no “cura” los problemas psicológicos.

Los problemas psicológicos son cosas que las personas hacemos, pensamos, decimos o sentimos y que están condicionando significativamente la vida de una persona y generando un alto nivel de sufrimiento. Aunque algunas de estas conductas adquieran una elevada intensidad, frecuencia o limitación en la vida de alguien y su entorno, dicha conducta tenga la forma que tenga, no está disparada por un cerebro enfermo, si no que resulta de la interacción de un individuo con su entorno. Es decir, los problemas psicológicos son reacciones a los problemas de la vida, a los problemas contextuales. (Véase La Invención de los Trastornos Mentales de Marino Pérez).
Desde el modelo médico se defiende que los problemas psicológicos en realidad son enfermedades del cerebro (daños estructurales, alteraciones o desequilibrios neuroquímicos, etc.), y por eso, administran psicofármacos que en teoría reestablecen ese equilibrio químico. Todo esto tendría mucha lógica si partiéramos de esa base, el problema es que los problemas psicológicos no son causados por las alteraciones cerebrales y no se ha podido detectar ningún agente patógeno o daño que los explique, de lo contrario, en los estudios, por ejemplo, todos los sujetos con problemas psicológicos tendrían las mismas alteraciones cerebrales, ¿no? Incluso tras administrar los fármacos que reestablecen el equilibrio químico, todo el mundo se pondría bien, ¿no? Además, el diagnóstico debería hacerse tras hacer una prueba que mida esos parámetros y no tras una descripción verbal de lo que la persona dice que hace, piensa y siente ¿no?
Es cierto que existen estudios que muestran en muchos casos, alteraciones químicas o estructurales en un grupo de personas con problemas psicológicos. No obstante, los estudios consisten en analizar los cerebros de personas que se comportan de una forma similar y en la mayoría de los casos medicados. Esto como mucho quiere decir que existe una correlación entre el efecto que tiene la medicación en el cerebro de las diferentes personas y/o la existencia de una correlación entre ciertas formas de comportarse y ciertas modificaciones en el cerebro, tal y como va a ocurrir si examinásemos el cerebro de pianistas en comparación con el de jardineros. No vamos a poder afirmar que ese cerebro causa que seas pianista, si no que como llevas muchos años tocando el piano, leyendo partituras y escuchando melodía, tu cerebro ha ido manteniendo un correlato neuronal que al verse reforzado con el tiempo va a facilitar que cada vez tengas más maestría. Si estos estudios en lugar de correlacionales fuesen causales, la psiquiatría no consistiría en el ensayo y error con una medicación que “mata moscas a cañonazos”. Te harían un estudio de la alteración cerebral que tuvieras y te personalizarían el tratamiento justo para paliar el daño que tengas y no serían el único sector de la Medicina que no hicieran pruebas médicas para la “detección de enfermedades”.
De hecho, existen estudios como el de Irving Kirsch o Robert Whitaker que hablan de que la administración de psicofármacos no solo NO demuestra eficacia a largo plazo, si no que en muchos casos produce efectos perjudiciales. Whitaker, en base a los resultados de técnicas de neuroimagen concluye que antes del inicio del tratamiento farmacológico, los pacientes diagnosticados de esquizofrenia, depresión o cualquier otro trastorno psiquiátrico no presentan estos famosos desequilibrios químicos. No es casualidad que desde la aparición de los antidepresivos los diagnósticos de problemas psicológicos han crecido exponencialmente, hasta resultar ser los fármacos más vendidos en el mundo por encima de los fármacos para tratar enfermedades como la diabetes. El psiquiatra Daniel Carlat habla sin tapujos sobre la alianza de la psiquiatría con la industria farmacéutica y su manipulación sobre lo que debe considerarse o no enfermedad mental. A la industria farmacéutica no le interesa que la gente se cure, por lo que aliviar momentáneamente el sufrimiento, crear una población adicta al consumo de fármacos para estar menos mal y generar una recaída de todas las personas al dejar la medicación, resulta un buen negocio.
Con todo esto no queremos restarle ni sufrimiento a los problemas psicológicos, ni importancia al papel del cerebro ni tampoco al posible efecto beneficioso de algunos fármacos para algunos procesos terapéuticos. Sin embargo, los problemas de la vida no se pueden resolver con medicación, deben resolverse con cambios en la propia forma de vivir.
El cerebro, y en general, todo el organismo es un factor esencial en nuestro comportamiento ya que lo permite. De hecho, sus alteraciones generan enfermedades. Las alteraciones del cerebro pueden generar enfermedades neurológicas o problemas de otro tipo. Lo que aquí se defiende es que el cerebro no es la causa de los problemas psicológicos. La relación entre el cerebro y el comportamiento es bidireccional, el comportamiento y el contexto generan cambios cerebrales y neuroquímicos, así como, el cerebro permite el comportamiento, pero no lo causa, al igual que mi esqueleto permite que levante el brazo cuando quiero hablar en clase, pero el esqueleto no es la causa de que levante el brazo. Por eso, para modificar el movimiento o la trayectoria del brazo lo más lógico no es incidir sobre los huesos cúbito, radio y húmero. Evidentemente, un problema orgánico en algún sistema como una lesión medular, puede hacer que yo no pueda levantar el brazo, aunque quiera hablar en clase. ¿Un delirio puede estar causado por una alteración química inducida por el consumo de sustancias? Sí, y en este caso, no consumir sustancias y reestablecer el equilibrio químico será necesario. ¿Siempre que una persona tiene delirios es debido a una alteración química? No. Un delirio puede ser una estrategia que ponemos en marcha como un escape a un gran sufrimiento contextual y una forma de ensalzar nuestra figura como individuo dándonos importancia en el contenido del delirio. Ahí la solución no tendrá nada que ver con la psicofarmacología. Incluso su administración, en algunos casos, puede favorecer la cronicidad del problema.
¿Estamos diciendo que la medicación en salud mental no sirve para nada? POR SUPUESTO QUE NO. El comportamiento está controlado por las contingencias del entorno (entendiendo comportamiento y entorno en su sentido más amplio y psicológico). Sin embargo, esas interacciones están mediadas por el organismo, los sistemas neuroquímicos y endocrinos del cuerpo modulan la sensibilidad y capacidad del organismo para responder a esas contingencias. Por tanto, los psicofármacos, en este contexto, no “curan” el trastorno, pero pueden producir cambios fisiológicos que modulan la reactividad del organismo, por ejemplo: disminuyen la hiperactivación autonómica, aumentan la disponibilidad de neurotransmisores clave, permitiendo una mayor plasticidad sináptica o pueden reducir la inhibición conductual, facilitando que el sujeto se acerque a fuentes de reforzamiento y desarrolle nuevos aprendizajes. Por lo que una vez que el organismo está en un estado más estable o receptivo, se pueden implementar más efectivamente estrategias conductuales, facilitar el contacto con consecuencias reforzantes naturales o aumentar la probabilidad de aprendizaje y generalización de nuevas respuestas. Sin embargo, dado que la medicación tiene efectos adversos, lo ideal es minimizar su uso. En este contexto, su uso solo tiene sentido en personas cuyas limitaciones estén suponiendo un riesgo para la integridad física y social del individuo o su entorno, cuando coexisten otras alteraciones neurobiológicas estudiadas como la epilepsia, etc. o cuando el estado fisiológico de la persona no permite beneficio del trabajo terapéutico. Además, en estos casos el uso debería ser instrumental y temporal.
En conclusión, el tratamiento psicofarmacológico no “cura” los problemas psicológicos, aunque en algunos casos pueda resultar beneficioso su uso momentáneo con algún fin específico. Los problemas psicológicos son problemas de la vida, condiciones que tenemos que analizar funcionalmente para poder modificar. En este contexto, una terapia adecuada debe hacerte entender qué está ocurriendo y qué cambios podemos realizar para que exista una mejoría real.